Justificar la opacidad

marzo 10, 2013 - Noticias, Publicaciones

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La tecnología de información es una gran habilitadora de la transparencia. La tecnología disponible hoy en día hacen más fáciles y baratos los sistemas de información transparentes que los opacos. No todos los sistemas digitales son transparentes, hay muchos niveles de transparencia.

Un sistema digital que imita en mundo analógico, en lugar de trasegar datos podría trasegar imágenes de documentos. Dicho sistema sería más transparente que el mismo sistema de papel, pero mucho más opaco que un sistema que mantiene la información en una base de datos. Esto es así por cuanto las bases de datos permiten búsquedas, consultas y reportes no planeados, mientras que un archivo lleno de imágenes de documentos, si bien es ligeramente más fácil de manipular que un archivo de papel, es muy opaco comparado con la base de datos.

Manipulación en base de datos

Pero también pueden haber sistemas modernos que manipulan la información en una base de datos que son opacos. Ejemplo de lo anterior son sistemas cuya información es, por algún motivo, confidencial y/o secreta. Estos sistemas no están accesibles al público o a los interesados, están protegidos por un sin número de códigos y procesos de validación y autenticación, por lo general caros de instalar y/o mantener. Resulta bastante obvio que entre más información se quiera mantener en formato digital de manera segura, secreta y confidencial, mayor es la inversión, la atención y la tecnología requerida.

La transparencia no es solo requerida en el sector público, la transparencia en el sector privado es también vital. Las organizaciones del sector productivo también deben ser transparentes, y no solo con los reguladores, también con los empleados, con los proveedores y con la comunidad donde operan, en todos esos casos la transparencia es buen negocio. La transparencia es la mejor forma de generar confianza y la confianza es, cada vez más, la mejor forma de crear lealtad.

No es inusual encontrar, tanto en el Gobierno como en el sector privado, sistemas que gastan enormes cantidades de tiempo, recursos y atención gerencial para mantener la información opaca. Si analiza con cuidado, no toda la información es secreta o confidencial, no siempre y no del todo.

El correo electrónico

Un ejemplo de lo anterior es el correo electrónico. Como el correo no es 100% seguro (es posible enviar un correo simulando ser otra persona), entonces algún abogado podría recomendar que no se utilice el correo para girar instrucciones a subalternos, lo cual a su vez podría generar, además de la ineficiencia, toneladas de papel mensuales (oficios con copia para ser firmada como recibida) y una total opacidad en la organización. Otro ejemplo parecido podría ser una institución que cuenta con un sistema de expedientes digitales, pero estos deben ser impresos, firmados y archivados físicamente para cumplir con requisitos legales. Los ejemplos de “caballos de hierro” digitales abundan, son siempre más caros, ineficaces y opacos que la “locomotora digital”.

Propongo que, dado que la tecnología actual hace mucho más fácil y barato implementar sistemas transparentes que opacos, que sea siempre necesario justificar la opacidad de los sistemas. Esto por cuanto hay motivos perfectamente válidos para que algunos datos, de algunos sistemas, sean confidenciales y hasta secretos, pero como son los menos y como son los más caros, estos deben ser debidamente justificados.

De esto se desprende que los sistemas que implementan transparencia requieren de mucho menos justificación, dado el valor de la transparencia. Un análisis costo-beneficio que le asigna un valor monetario a la transparencia y concluye que es mejor seguir con la opacidad del papel (o, peor aún, con la opacidad digital), debe ser seriamente cuestionado.

Artículo publicado en el periódico La Nación

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